miércoles, 19 de diciembre de 2007

De la mano...


Crecer siendo hija de mi padre es ser realmente afortunada. Podría aventurarme a decir que soy como el pequeño arbustito que necesita del abrigo y la sombra del árbol mayor que es Él, pero no es sólo eso... Él es también el cuidadoso jardinero que le ayuda a crecer a ese arbustito, le quita las hierbas que podrían entorpecer su desarrollo, le acomoda las ramas, lo poda de cuando en cuando, se asegura que la tierra esté buena y el agua no falte. Pero eso tampoco es, porque mi padre también quiere que ese arbusto aprecie a sus semejantes, les ayude y disfrute de la vida en ese proceso, y así al crecer también dé vida y muestre lo que aprendió del ejemplo. Y además de todo eso, le da cuerda a mis sueños y esperanzas a mis pensamientos, alimenta mi alegría y me comparte su tiempo, me regala mamotretos enormes y con sólo una mirada logramos entendernos.
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Pues de él vino el primer regalito de fin de año...
La Autobiografía de Monty Python, una tarde que salimos, me compró en secreto.

1 comentario:

Marona dijo...

Ains, ¿qué seria de nosotras, arbustitos, sin esos árboles sabios que nos cobijan?
Disfruta de tu regalo!
Besos!