lunes, 29 de octubre de 2007

Y el frío ni se siente...


El frío mortal te ronda en círculos concéntricos y el cuerpo se va enfriando, va perdiendo vida. Para mí eso no se aplica, sigo acumulando años, con el termostato más averiado que nunca y aún así el frío se aleja con un simple abrazo.

Aquél día empezó con mensajes desde la medianoche (que hasta la mañana pude leer), besos de despedida en la madrugada, abrazos matutinos en pijama, globos recién inflados en mi lugar al mediodía, ranas en los pasteles de la comida, flores de todos los materiales (barro, pintura, tela, papel, aire) recibidos todo el día, rosca de naranja en casa en la merienda y una llamada larguísima de mi hermana la más pequeña.

Al frío lo devoró el calor humano, no me acordé de él ni lo sentí. Y cuando a veces se siente olvidado le recuerdo mi termostato averiado.

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